Cuando decides que las paredes de tu salón ya han escuchado demasiadas tertulias televisivas, lo lógico es poner en marcha esas reformas A Coruña que te prometiste hace años mientras veías un tutorial de bricolaje a media noche. El arranque de una obra integral en casa es mucho más que cambiar azulejos o pintar; implica un baile de presupuestos, permisos, plazos y selfies junto a escombros. En ciudades como A Coruña, donde la tradición arquitectónica se mezcla con el deseo de modernidad, dar el salto a un proyecto de renovación requiere la complicidad de profesionales que entiendan los rincones lluviosos y las fachadas de granito centenario.
El primer gran dilema nace cuando comprobamos que las ideas que flotan en nuestra cabeza no siempre encajan con las dimensiones reales del piso. No faltan ejemplos de salones que parecían infinitos en Pinterest y que, una vez derribados tabiques, revelan un metro adicional de pasillo que no sabíamos muy bien cómo aprovechar. Para calibrar ese desfase entre ilusión y plano de arquitecto, lo más sensato es encargar un estudio previo de viabilidad. Este documento no solo arrojará luz sobre la estructura portante, también señalará el estado de las instalaciones eléctricas y de fontanería, esas dos grandes olvidadas que, en cuanto sufren un traspié, se convierten en protagonistas silenciosos de tu presupuesto interminable.
Después de constatar que el edificio cuenta con vigas, cañerías y conexiones que resisten un cataclismo, llega la fase de diseño: cada elección de revestimiento, cada tonalidad de pintura y cada mueble hecho a medida debe encajar como un rompecabezas. Aquí el consejo expertdel interiorista cobra todo su significado: él no solo aporta la visión estética, sino también estrategias para optimizar espacios (esas soluciones de almacenaje oculto que nos salvan de convertir el pasillo en un vertedero accidental). Según comenta Laura Vázquez, responsable de un estudio con base en Culleredo, “una reforma integral inteligente es la que se adapta a tu estilo de vida. No basta con embellecer; hay que funcionar. Si algo incomoda, al cabo de un mes lo estarás maldiciendo”.
Cuando el proyecto y los planos estén sellados, aparece la danza de los permisos administrativos. El Concello puede convertirse en un agujero negro donde tu solicitud de obra menor pasa por tres oficinas antes de un visto bueno. Aunque no es tan trágico como pintan las leyendas urbanas, conviene contar con un gestor o arquitecto técnico que aligere trámites. Así te evitas sorpresas del tipo “necesita informe hidrogeológico” cuando ya llevas dos semanas disfrutando del café sobre escombros.
Con los papeles en regla, la obra avanza a ritmo de grúa y martillo neumático. Este es, sin duda, el periodo más delicado para tu paz mental: el polvo se cuela en ventiladores, y esa gota de yeso que cae en la oreja puede parecer un atentado personal. Para sacrificar un poco de confort y mantener la moral, los profesionales suelen montar un área de paso provisional y establecer turnos de limpieza diarios. Algunos contratos incluyen un seguro de daños, un escudo fundamental que te salvará de dilapidar ahorros si un fontanero tropieza y abre una regata por el pasillo.
En paralelo a los trabajos de albañilería, la electricidad y la fontanería reclaman su protagonismo. La instalación de mecanismos domóticos, cada vez más asequible, hace que renovar el hogar sea un viaje directo al futuro: programar la calefacción desde el móvil o encender luces RGB para ambientar cenas temáticas. Quienes buscan más calma pueden optar por sistemas de climatización por aerotermia, que prometen eficiencia energética y reducción de la factura. Puede sonar a ciencia ficción, pero un estudio reciente de universidades gallegas confirma que la inversión se amortiza en menos de cinco años.
Con el suelo ya colocado y el mobiliario estrené su primera capa de polvo fino, llega el momento de la emoción final: el estilismo y la decoración. Aquí se diferencian dos tipos de renovadores: los exagerados, que sustituyen hasta la bombilla del baño por un modelo puntero de LED con sensor, y quienes se conforman con mantener la vieja apliqué y suman detalles de texturas naturales. La elección, por supuesto, depende del presupuesto y de cuántas veces estés dispuesto a gritar “¡oye, que esto no funciona!” al técnico de turno.
Solo cuando el notario verifique que el hogar cumple con todas las normas y tu cuenta bancaria ha digerido el desembolso, podrás reivindicar tu título de “ángel de las reformas integrales”. El éxito se medirá no sólo en metros cuadrados ganados o azulejos colocados, sino en la sensación de haber dado vida a un espacio que refleje tu personalidad y resista un par de generaciones de inquilinos hambrientos de comodidad. Así, la próxima vez que tu familia se reúna alrededor de la mesa, el murmullo de fondo no será un incómodo goteo sino el eco de un hogar que, gracias a decisiones bien pensadas, ha pasado la prueba más exigente: la rutina diaria sin dramas ni grietas.