¿Quién viene a cenar esta noche?

No soy muy aficionado a la televisión y huyo como un soldado francés cuando mi señora pone lo de Supervivientes. Los realities me crean ardor de estómago entre otras dolencias. Pero una mala tarde la tiene cualquiera y un buen día mire de reojo ese programa en el que cuatro personas se reúnen a cenar, concretamente la edición de famosos. Y me enganché. Tanto es así que esta vez sucedió al revés: fui yo el que le dije a mi señora que echara un vistazo al programa.

Nos ha gustado tanto (bueno, la palabra adecuada es ‘divertir’ más que gustar) que estamos organizando con unos amigos una parodia del programa. Como somos buenos cocineros, estamos seguros de que podemos ganar la competición, pero tenemos un problema: debemos mejorar el aspecto de nuestra casa.

Como sucede en el programa, la parte decorativa, el continente también juega su papel. No es lo mismo comerte un buen plato en un entorno maravillosamente decorado que en un cuchitril, ¿verdad? Así que nos hemos puesto manos a la obra con el diseño de interiores. Nuestro salón era un campo de minas. Básicamente está dominado por nuestro hijo que ha establecido allí su campo base. No puedes andar sin tropezar con coche, un bloque o una pieza de sus juguetes.

Así que le hemos sentado para tener una conversación muy seria: necesitamos que durante un par de semanas respete un poco el salón para que podamos dejarlo en condiciones para recibir a las parejas rivales. El niño nos ha mirado con cara de ¿pero qué me estáis contando? Aun así confiamos en que apoye a la familia en este momento crucial.

Si todos remamos en la misma dirección seguro que conseguimos el primer premio que no es otro que la satisfacción de haber doblegado a tus rivales, que además son tus mejores amigos, por eso la satisfacción es doble. Con el diseño de interiores ya vamos mejor, ahora que el niño se ha trasladado a nuestro dormitorio a jugar. Y es como dijo uno de los concursantes del programa de televisión, estamos dispuestos a todo con tal de ganar.