Tomando nota 

Una vez que tomamos posesión de la explotación vitivinícola de mis padres nos pusimos manos a la obra para llevarla al siguiente nivel. Nuestros padres nunca se habían tomado la explotación desde un punto de vista muy ambicioso. Tenían sus trabajos al margen y lo enfocaban como algo por afición. Y a nosotros nos la contagiaron, pero cuando nos dieron el testigo fueron ellos los primeros en animarnos a enfocar la bodega desde un punto de vista empresarial: obtener rendimiento económico y crecer para poder dedicarnos a ello de forma profesional y no depender de trabajos alternativos. Es decir, convertir una afición en profesión. 

Y para ello, debíamos salir de nuestra tierra, mucho menos vinculada a la explotación vitivinícola profesional, y conocer bodegas de tradición para inspirarnos en su trabajo. Y fue así como hicimos una suerte de giras por bodegas en las rias baixas, ya que algunas de nuestras uvas se cultivaban en ese territorio desde hacía muchas décadas.

Lo cierto es que en nuestra región la cultura vinícola también tiene mucha tradición. Se dice que, desde la Edad Media, los monjes de los monasterios comenzaron a cultivar uvas para tener vino para la eucaristía. Pero el vino también estaba muy rico no solo para la misa, y comenzaron a fabricar excedente para consumo propio y luego para la venta. Pero con el paso del tiempo, otro tipo de explotaciones agropecuarias tuvieron más éxito, especialmente la ganadería lo que redujo el uso de la tierra para el cultivo de la uva que dejó de ser rentable. Y pasaron siglos hasta que se empezó a recuperar la vieja costumbre de producir vino en bodegas autóctonas. 

Y en este contexto, es cuando pequeñas explotaciones familiares empiezan a usar sus terrenos para cultivar uvas. Así empezaron nuestros abuelos, primero para consumo personal, y después nuestros padres que empezaron a tener un poco de excedente para vender en mercados cercanos. Pero nunca tuvieron tiempo para ir más allá. Nosotros sí que queremos convertirlo en un negocio ambicioso y nuestra visita a las bodegas en las Rías Baixas tenía por objetivo tomar nota de aquellos empresarios del sector que llevan muchas décadas ofreciendo vinos de calidad insuperable.